Canta y camina
Vivir esperando la llegada de la alegría, sin esforzarse por conseguirla, es vivir triste
La historieta de este texto comienza hace unos dos meses. Suelo escuchar, parte por gustarme y parte por llevar la contraria, los singles de Rigoberta Bandini. Durante una semana me enganché a “Así Bailaba”. La letra es graciosa y la melodía, pegadiza. Habla sobre una niña que no puede trabajar porque tiene que bailar y pasarlo bien. Aparte de tarareo, la canción no conseguía sacar mucho de mí. La escudriñaba buscando reflejos de significación profunda, como suelo hacer con aquellas cosas que me gustan mucho. Intentaba una imitación barata de Enrique García-Máiquez con “Ay mamá” pero no conseguía nada.
Sin embargo, recibí un regalo vía Twitter: un texto de Lucía Martínez Alcalde tratando la canción. Me gusta el buen ojo de Lucía para elegir hablar de cosas interesantes resaltando sus partes buenas. En este caso tampoco defraudó. Destaca las contradicciones de la canción, las pone en su lugar con una cita de la propia autora y pasa a contar reflexiones más interesantes.
La cuestión principal es la oposición tramposa entre el trabajo y bailar: la niña protagonista no puede trabajar porque tiene que bailar, pasarlo bien. Está caricaturizando la situación de otra niña en un canción algo más vieja, donde se invierte el problema y el trabajo es el impedimento para bailar. Otro análisis podría ver aquí un cambio de preocupación entre generaciones (esfuerzo vs. disfrute), pero eso también sería tramposo y no nos ocupa hoy.
Rechazar el trabajo por bailar y rechazar bailar por el trabajo es siempre dejar de hacer algo bueno y tirar una oportunidad de disfrutar. Aquí otro pequeño problema de la canción: parece haber una identificación total entre disfrutar y bailar, mientras no se plantea la opción de disfrutar trabajando. Algo de verdad sí tiene. A veces resulta penoso, humillante e injusto emplear el tiempo en tareas costosas y fatigantes en lugar de otras actividades más apetecibles y no obligatorias. Padres de familia sin pasar tiempo con sus hijos para traerles sustento, el estudiante con exámenes que quiere salir con sus amigos o los novios con horarios laborales complicados. Nadie gusta de estas situaciones, pero nadie puede evitarlas. Ahí el quid. El trabajo es inevitable. Sobre esto uno puede enfadarse o puede construir. Me inclino más por la segunda opción, con un papel especial para el baile.
“Por tanto, hermanos míos, cantemos ahora, no para deleite de nuestro reposo, sino para alivio de nuestro trabajo. Tal como suelen cantar los caminantes: canta, pero camina; consuélate en el trabajo cantando, pero no te entregues a la pereza; canta y camina a la vez” recordaba Don Lucas Buch citando a San Agustín. No debemos cantar porque estamos disfrutando, porque tenemos tiempo libre o porque conseguimos lo que queremos. Vivir esperando la llegada de la alegría, sin esforzarse por conseguirla, es vivir triste. Bailar o cantar se hacen para estar bien y disfrutar, no solo cuando uno ya está alegre.
Aristóteles ya intuía algo de esto cuando habló de la catarsis, esto es, la liberación de emociones a través del arte. ¿No se siente uno distinto al ver una buena película o escuchar una canción especial? Pues tiene el mismo efecto no solo como espectador, sino también como actor. Cantar a pleno pulmón en un karaoke o actuar en una obra te dejan distinto. Cantar, bailar o actuar son una oportunidad para disfrutar y hacer menos llevaderos el trabajo y la vida.
Por último, dos casos maravillosos para compartir. El primero es la historia del Trium Puerorum. La Biblia relata cómo en una ocasión tres jóvenes rechazaron adorar un icono por ir en contra de su fe. Se les condenó a la hoguera y para allá que fueron. Pero fueron cantando. Se recogen sus versos de alabanza, seguramente gritados para mayor escándalo, camino al martirio. Interpretaciones teológicas aparte, paréceme que los pobres chicos debían estar cagados y la única forma de subir un poco el ánimo era cantando. Y, si cantaron, debieron estar alegres. A veces en la vida también nos pueden parecer estar en la hoguera, y qué gran solución es cantar. El segundo ejemplo es algo más tosco. En Dumbo, una de mis películas favoritas cuando era niño, hay una escena donde unos peones están montando un circo con ayuda de los elefantes. Por la noche, nada más bajar del tren y con una lluvia torrencial. La experiencia no es apetecible. Y, sin embargo, cantan. Toda una escena alrededor de cómo cantan para aliviar la molestia y seguir adelante. ¡Qué grandes ejemplos!
Comienzo a ser muy fan de El Nuevo Rebelde. Es algo fresco y sin complejos.
Ánimo y gracias
Muchas gracias Jaime por este texto. ¡Qué bien escrito!
Una gozada de los pies a la cabeza. Enhorabuena
A seguir triunfando