Qué aprendí de mi conversación con Pedro Herrero
El pasado 15 de marzo publicamos el tercer episodio de “El Emboscado”, una entrevista a Pedro Herrero. Pedro es director de asuntos públicos y creador del podcast ‘Extremo Centro’. Podéis encontrar la entrevista disponible en Spotify y en iVoox. En ella, intentamos ahondar en las causas y consecuencias del descenso en el número de matrimonios y emparejamientos, y en el valor de una vida dedicada al reconocimiento del otro. Estos son algunos de los aprendizajes que pude sacar de nuestra conversación.
Por qué aparece Andrew Tate
Nuestra generación está siendo estafada. Una mezcla de frustración y miedo al fracaso ha hecho posible la aparición de figuras que, como dice Pedro, hacen de la sociopatía un modelo. Ante la caída de las comunidades, la generación que ve cómo se desintegran sus lazos humanos acude a la llegada de un mesías salvador, que busca solucionar todos sus problemas con una buena dosis de hedonismo y de cinismo. La generación de la desconfianza ve todas las relaciones humanas como potencialmente envenenadas. Todos pueden matarte, así que vuélvete hacia ti mismo. Claro, que lo que se encuentran es el vacío. ¿Y cómo culparles? ¿Acaso no han visto en directo cómo se rompía su familia? ¿No han recibido el silencio como respuesta ante una llamada de auxilio a sus padres? ¿Y no han sido culpados por la sociedad, señalados como agresores en potencia? Lo que tenemos es exactamente lo que nos merecemos.
Un sofá
Pedro describe la familia como su sofá, en el que puede tumbarse con Carmen, Manel, Adriá y Lucía para ver una película. Nadie exige perfección a nadie, solo amor, y capacidad de perdonar. Ese sofá supone ir con la imperfección por delante. Pero eso es incompatible con una sociedad que tiene como base de sus relaciones humanas el like y los filtros de Instragram. Tratamos de tapar por todos los medios nuestras impurezas. Es decir, tratamos de tapar lo que nos hace humanos. Nos exigimos llevar una vida aesthetic, cuando a veces lo grotesco, lo imperfecto, se identifica con lo real. A veces lo desagradable es lo bello, aunque no se ajuste al marco de un vídeo de TikTok. A veces el silencio de lo simple es lo deseable, aunque no nos lleve a conseguir 10.000 seguidores. La vida en ese sofá no es aesthetic. Cambiar pañales, sacrificar horas de sueño y tener discusiones no se ajusta a la lógica de las redes sociales. Pero a cambio obtienes realidad, donde otros tienen vida impostada y frustración escondida tras una máscara. Tal vez tengamos que dejar de intentar romantizarlo todo.
Una catedral
Pero la familia no es solo un sofá. La familia, como dice Pedro, también es una catedral. Algo que puedes construir con tus manos, partiendo de lo que te dejaron tus padres, y que puedes legar a tus hijos. Éxito no es conducir un Bugatti, o acostarte con una chica cada fin de semana. Éxito es poder llevar a tu hijo al altar y decirle: “Mira todo lo que hemos construido tu madre y yo. Es bonito, ¿verdad? Nuestras imperfecciones han edificado esos pináculos, los rosetones están hechos de nuestras discusiones y nuestra bóveda es el amor. Pero nada de esto se mantendría en pie sin aquellos contrafuertes de ahí, que son nuestra convicción en que, a pesar de todo, siempre íbamos a terminar perdonándonos. Ahora te toca seguir a ti, pero no olvides que el plano es de cruz latina, y que, creas o no en lo sobrenatural, en su centro se encuentra toda la virtud a la que puedes aspirar".
El abandono de lo sagrado nos ha llevado a no ser capaces de jurar, de afirmarnos ante un summun bonum y ante nuestra comunidad. ¿Qué comunidad? Nadie va a venir a reconstruirla por nosotros. Ese es nuestro trabajo.