Qué aprendí de mi entrevista con Alberto Garín
Retomo esta costumbre, que tenía abandonada por falta de tiempo. El 15 de agosto publicamos la entrevista con Alberto Garín. Podéis encontrarla en Spotify, iVoox y YouTube. Alberto es el director del Programa de Doctorado de la Universidad Francisco Marroquín. Presenta el pódcast 'Pedazos de Historia' en ViOne Media y ha escrito el libro 'Contra la Revolución Francesa', junto con el periodista Fernando Díaz Villanueva. En la entrevista intentamos desgranar los principales mitos de la Revolución Francesa y su impacto en nuestro mundo. Estos son algunos de los aprendizajes que pude sacar de nuestra conversación.
¿Quitarle el poder a quién?
La Revolución Francesa comenzó con un rey absoluto y terminó con un rey aún más absoluto. A pesar de lo que se nos vende, no fue una lucha del pueblo por su libertad, sino un proceso de centralización del poder, a través del cual se dinamitaron los innumerables contrapesos al poder del monarca existentes en el Antiguo Régimen y se redujeron a tres. La cabeza de Luis XVI cayó, pero fue Napoleón el que alzó la corona sobre su propia cabeza para autoproclamarse emperador. El sueño húmedo de Luis XIV, el ‘Rey Sol’ era concentrar el poder que hoy detenta Macron. Hay soles menos poderosos que los líderes democráticos de hoy.
El engaño del Estado nación
Pensamos en el marco que los gobernantes quieren que veamos. Como explica Garín, antes no existía una conexión entre la nación como hecho cultural y el Estado como hecho político. Estaba la nación y estaba el Estado, pero lo uno no tenía por qué coincidir con lo otro. Ricardo Corazón de León, el famoso rey de Iglaterra, era normando y hablaba francés. Ni siquiera sabemos si entendía el inglés. Un francés podía servir en el ejército español sin que nadie arqueara las cejas. Todo dependía de quién pagara mejor. Los ejércitos de mercenarios no se alimentaban con el espíritu nacionalista de quienes hoy recuerdan a los Tercios. Se nutrían a base de dinero.
Hoy, somos incapaces de entender esa forma de ver el mundo, de salir de ese engaño. Nada le vino mejor al gobernante que asociar los dos conceptos. Todo aquel que desobedeciese al Estado, desde entonces, pasaría a ir en contra de la nación. Y todo aquel que amase a su nación, debería servir al Estado. El salario de los ejércitos profesionales de mercenarios dejó de ser un problema con las levas del ejército revolucionario. Los soldados pasaron a estar dispuestos a cobrar un sueldo mísero a cambio de ir a morir. Nada refleja mejor este espíritu que las imágenes de los soldados alistándose para ir a una muerte segura durante las Guerras Mundiales, todos con una sonrisa radiante. Cuando se le pregunta a un chino en 2024 si no contempla la opción de manifestarse para reclamar más libertades, su respuesta es que eso supondría ir en contra del país al que ama. Quienes se opusieron a la Revolución eran tachados de contrarrevolucionarios y pasados por la guillotina. Lo mismo sucedió en la Unión Soviética y demás regímenes comunistas, sustituyendo aquella por los gulags. Pero todo es cuestión de tiempo. La revolución es un perro rabioso que tarde o temprano acaba volviéndose contra su dueño.